Jairo Anibal Niño en su texto: El caballo, pretende hacer una crítica frente a labor que los maestros llevamos a cabo en las aulas de clase. A través de su poema nos invita a reflexionar sobre la manera cómo ocurren nuestras prácticas de enseñanza en cuanto a la lectura y la escritura e implícitamente nos pregunta: ¿El maestro logra generar en los niños pasión y emoción por los procesos de lectura y escritura? Responder esta pregunta nos lleva a cuestionar nuestra labor, porque generalmente nos preocupamos más por la forma que por el fondo, en ese sentido, le damos mayor importancia a la fluidez, la entonación, la caligrafía, y la ortografía. Por eso en su poema encontramos una invitación para nosotros, los maestros, que consiste en que cultivemos la imaginación de nuestros estudiantes y la nuestra también, para que la lectura y la escritura dejen de ser procesos mecánicos y se conviertan en espacios agradables, en los que los sentidos corporales se hacen presentes como herramientas que posibiliten el amor hacia estos procesos. Es por esto, que debemos mostrarles a nuestros alumnos que el sentido de la visión no es el único que está presente en las prácticas lectoras y escriturales, que los textos que ellos leen y escriben se pueden oler, oír, tocar y saborear más allá de lo literal, situación que puede evidenciarse cuando logran construir un mundo mágico que los lleva tener esas sensaciones, porque ya es hora que en lectura y escritura, el sentido de la visión deje de ser el rey.
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